jueves, 28 de agosto de 2008

El montón de compost

Para hacer compost en un jardín no se necesita
ningún artefacto especial
, aunque pue-dan
facilitar el proceso. El referente podría
ser el tradicional estercolero de las casas de
campo. Para compostar los restos del jardín
y los desechos orgánicos de la casa es suficiente
destinar un pequeño espacio
de 1 a 2
m 3 que podemos delimitar con unos tableros
de madera. Un rectángulo de 1,2 m de ancho
y unos 2 m de largo será suficiente, y no de-jaremos
que se levante más de un metro. En
la pila de compost es importante que el ma-terial
se triture y se extienda mezclándolo y
cubriéndolo con capas de paja para aislarlo
bien del exterior y facilitar la transformación.
Para iniciar el proceso hace falta humede-cerlo.
También es importante situar el mon-tón
en un lugar sombrío del jardín, así como
protegerlo de la lluvia y la insolación, a fin
de que no se nos descontrole ni la tempera-tura
ni la humedad por causas ambientales.
La base de la pila ha de tener un buen drena-je
para que el compost no se anegue y se per-mita
la circulación del aire por el interior de
la pila. Un buen material para la base pue-den
ser unos 15-20 cm de ramaje troceado o
incluso de grava.
Respecto a la disposición del material, es
necesario que sea siempre una mezcla de un
material seco y otro más húmedo. La regla
básica serían 2/3 de desecho húmedo y 1/3
de material seco y grueso. La mezcla se pue-de
cubrir con una capa fina de compost no
maduro que nos haya sobrado de una horna-da
anterior o de paja, ya que actuarán como
biofiltro para eliminar los posibles malos olo-res.
En general, para iniciar una pila de
compost es preferible disponer de una buena
cantidad de material de entrada en lugar de
hacer una pila de dimensiones más reduci-das.
De vez en cuando, es importante pin-charlo
y voltearlo con una horca para facili-
tar la aireación. Entre la fase de descompo-sición
y la de maduración el compostaje en
pila suele durar entre 12 y 15 semanas. Si el
montón de hace con una ligera inclinación,
podemos recoger el lixiviado que se despren-de
del proceso y aprovecharlo para regar la
pila.
La calidad del compost de los desechos
urbanos depende de las impurezas que acu-mule.
Por eso es importante que los ciuda-danos
conozcan bien el proceso, para evitar
que se depositen impropios o materiales que
echarían a perder esa calidad. En la mayoría
de las plantas de compostaje del país los im-propios
(impurezas) se situan alrededor del
10 % de media, pero para que hubiera un
buen compost no debería haber nada. Utili-zar
bolsas de plástico compostable debería
ser un requisito para recoger la materia or-gánica
compostable. Antes de la comer-cialización
del compost se hace un control
de calidad que asegura la estabilidad de su
materia orgánica y que los niveles de elemen-tos
potencialmente tóxicos (ETP) como plo-mo,
cadmio, zinc, cobre, níquel, etc. son ra-zonablemente
pequeños, así como que esté
higienizado, es decir, libre de patógenos.
Fase de descomposición

En la fase inicial tenemos un material orgá-nico
fresco y sin humificar. Si tiene poca hu-medad
la degradación será lenta o inaprecia-ble.
Si en cambio tiene un exceso de humedad
tenderá a la putrefacción en vez de a la des-composición
aeróbica que caracteriza el
compostaje. Esta degradación con exceso de
humedad facilita la proliferación de bacterias
anaeróbicas y hongos que, además de despren-der
malos olores, convierten la materia orgáni-ca
en un producto no adecuado para el suelo.
De aquí que la mezcla de diferentes frac-ciones
de residuos orgánicos con caracterís-ticas
complementarias sea la clave de un buen
compostaje. Si hay restos húmedos es nece-sario
que esten compensados con otros res-tos
más secos. Pero también hace falta que
haya restos ricos en nitrógeno, ya que la
teoria del compostaje deja claro que un pro-ceso
podrá desarrollarse de manera óptima
si en su inicio se tiene una proporción de
veinticinco partes de carbono por una de ni-trógeno
(25/1). Probablemente, a simple vista
no es sencillo alcanzar esta proporción ópti-ma
nitrógeno-carbono, pero nos acercaremos
mucho si separamos la materia orgánica a
compostar por fracciones. Los restos del jar-dín,
de ramaje triturado o hojarasca seca pue-den
servir para equilibrar el material más
fresco, como restos orgánicos de la cocina,
césped segado, etc.
En la etapa de descomposición se consu-men
los componentes más degradables,
mientras que los biopolímeros más comple-jos,
como la celulosa y la lignina (en el caso
de los vegetales) se transforman parcialmen-te,
convirtiéndose en las moléculas de base
para la construcción de compuestos estables
similares a las sustáncias húmicas del suelo
durante la posterior etapa de maduración.
En esta fase hay una gran liberación de
energía y un fuerte consumo de oxígeno. Al
tratarse de la etapa biológicamente más acti-va,
se han de controlar cuidadosamente las
condiciones de trabajo para evitar problemas
como:
•Temperaturas excesivas. La energía gene-rada
puede elevar excesivamente la tempe-ratura
del material, hasta inhibir o hacer más
lenta la actividad microbiana. El calor tam-bién
puede provocar un secado del material,
con las mismas consecuencias sobre los or-ganismos.
Para evitar todo esto es necesario
ventilar, remover o regar el material conve-nientemente.
• Condiciones anaerobias. Si no se repone el
oxígeno consumido aireando la pila, enton-ces
aparecen las condiciones anaerobias. La
actividad microbiana en esta situación des-prende
menos energía, cosa que hace que la
temperatura no se eleve lo suficiente para
higienizar el material y evitar las semillas de
las malas hierbas. Además, la transformación
de las moléculas es incompleta, y se generan
sustancias volátiles (ácidos grasos de cade-na
corta, aminas, mercaptanos, sulfuros de
hidrógeno, etc.), identificables por los olo-res
desagradables que desprende el montón.
• Pérdidas innecesarias de nitrógeno en for-ma
de amonio (NH 3 ). Durante esta etapa, las
proteínas existentes en los materiales inicia-les
se transforman en formas amoniacales,
que se pueden perder en gran parte según las
condiciones de humedad y temperatura y del
régimen de ventilación establecido. Estas
pérdidas deben evitarse, dado que el NH 3 es
un contaminante y el nitrógeno que contiene
es un nutriente vegetal caro, tanto desde el
punto de vista económico como energético.
La vía más usual para fijar el nitrógeno con-siste
en combinar materiales hasta obtener
mezclas con una relación C/N adecuada y
que minimice las pérdidas, como se ha co-mentado
anteriormente. De todos modos, en
ocasiones esto es difícil o costoso, bien por-que
no se dispone de residuos orgánicos con
relaciones C/N complementarias, bien por-que
alguno de ellos no es un residuo y, por
tanto, tiene un precio.

Fase de maduración
A diferencia de la etapa anterior, en la fase
de maduración no se generan moléculas sen-cillas
sino macromoléculas muy complejas.
Las moléculas de celulosa y lignina más o
menos modificadas se combinan entre ellas
y se enriquecen en nitrógeno al incorporar el
NH 3 producido anteriormente. Estas
macromoléculas se caracterizan por ser muy
refractarias a la descomposición microbiana,
hecho que las convierte en reservas de nitró-geno
a medio o largo plazo.
Al final de la etapa de maduración, una
parte del nitrógeno amoniacal se transforma
en nitrato, un elemento muy interesante, ya
que mejora las características agrícolas del
compost, dado que esta especie química es
la que asimilan las plantas.
La etapa final de la maduración a tempe-ratura
ambiente oscurece el material y ape-nas
produce olor alguno a causa de las trans-formaciones
que ha sufrido su materia orgá-nica.
También se identifica porque aparecen
lombrices y larvas de escarabajos. Este
compost maduro es muy útil para las plantas
de jardín y para cultivos que no toleran la
materia orgánica en descomposición, como
las judías, las zanahorias, etc. En el compost
maduro se ha producido una concentración
de nutrientes y hay que usarlo con modera-ción.
Por ejemplo, 1 kg de compost maduro
equivale a unos 4-6 kg de compost fresco.
*Inspirado en un documento de la Agencia de
Protección ambiental de EUA (1997)*

Beneficios del compostaje y el compost

ENRIQUECE
EL SUELO

• Añade materia orgánica
• Incrementa su fertilidad y productividad
• Mejora la retención de agua
• Favorece la vitalidad vegetal
• Reduce o elimina la necesidad de fertilizantes de
síntesis química
• Modera la temperatura del sólido
PREVIENE LA CONTAMINACIÓN
• Reduce la producción de metano de los vertederos
• Reduce o transforma la materia orgánica
• Reduce o transforma los lodos de las depuradoras
AHORRA DINERO
• Reduce la necesidad de agua, fertilizantes y
plaguicidas
• Se puede comercializar como un producto
• Aporta riqueza a los suelos cultivables
• Alarga la vida de los vertederos reduciendo las
aportaciones orgánicas
• Se puede utilizar para la restauración de suelos
degradados
LUCHA CONTRA LA CONTAMINACIÓN
• Degrada determinadas sustancias tóxicas
• Retiene metales pesados
• Limpia el aire contaminado
RESTAURA EL PAISAJE
• Ayuda a la reforestación
• Ayuda a restaurar hábitats naturales
• Ayuda a recuperar espacios mineros y canteras
• Ayuda a recuperar zonas húmedas dañadas
• Ayuda a prevenir la erosión y las tormentas de
polvo
DESTRUYE LOS PATÓGENOS
• Elimina los microorganismos y patógenos del
ser humano
• Elimina las semillas de las malas hierbas
•Elimina los almacenes de patógenos y parásitos
de los cultivos presentes en los restos vegetales.
La práctica del compostaje

Qué se puede compostar
Sin problemas

• Restos crudos de fruta y verdura
• Restos de infusiones
• Cáscaras de huevo
• Flores y ramos marchitos
• Virutas de madera
• Hojarasca
• Césped cortado
• Restos de poda de árboles y arbustos troceados
En poca proporción (tienen poco N)
• Papel de cocina, servilletas de papel y
hueveras de cartón
• Cartón ondulado troceado
• Poso del café
• Serraduras de madera
Con precaución
• Restos de pescado, carne y comidas cocina-das
(si el proceso no va bien, generarán mal
olor y atrerán insectos)
• Gran cantidad de tomates o frutos ácidos po-dridos

Qué no se puede compostar
Materiales orgánicos no biodegradables


• Plásticos
• Productos de limpieza
• Pinturas
• Aceites de coche
• Medicamentos
Materiales inorgánicos
• Vidrio
• Metal
• Cenizas

Mezclas de materiales orgánicos
deseables con indeseables

• Papel de periódico o impreso
• Tetrabric
• Pañales
Mezclas con precauciones
• Residuo de cocina con resto de jardinería
• Residuo ácido con otro que no lo es, etc

La materia orgánica es la base de
la vida. Por eso, los restos orgánicos
no se pueden considerar como
desecho sino un recurso valioso para
continuar garantizando la fertilidad
de la tierra. Con el proceso del
compostaje la materia orgánica se
convierte en un recurso de gran valor
para frenar la desertización y evitar
la contaminación de los residuos
domésticos.


Los residuos
La sociedad humana se distingue del resto
de comunidades animales por dos actividades
propias: el consumo de energía
extrasomática y la generación de residuos,
entendidos como materiales de rechazo y no
útiles. En las últimas décadas, el incremento
de materiales sintéticos elaborados con elementos
extraños a la naturaleza ha complicado
la llamada «gestión de residuos». El año
2002 en Catalunya se produjeron 3.713 millones
de toneladas de residuos municipales,
de los cuales sólo un 20% (740.428 tonela-das)
fue recogido de manera selectiva.
Una sociedad humana consciente de su lugar
en la naturaleza atendería el ciclo de cultivar-
comer-excretar-compostar-cultivar. La
vida en el campo aplicaba parte de este ciclo,
con lo cual aquello que llamaríamos residuos
o basura se acababa convirtiendo
mayoritariamente en restos orgánicos. En el
ciclo ideal, incluso los excrementos humanos
constituirían un material para tratar y
retornar al suelo, y mejorar así su fertilidad.
La vida urbana no responde a este ciclo, y de
ahí su impacto contaminante sobre el ambien-te.
Hay residuos orgánicos de origen natural
que pueden convertirse en abono, pero también
los hay sintetizados por el hombre los
cuales no se degradan tan fácilmente. De muchos
de los residuos inorgánicos podemos
reaprovechar alguna de las materias primas
de que se componen. Nuestra vida cotidiana
genera entre un 40 y un 50 % de residuos
orgánicos que se pueden reciclar fácilmente
compostándolos. La fracción orgánica de los
desechos municipales de Catalunya el año
2001 era el 38 % del peso total. Sin embargo,
el porcentaje medio recogido de manera
selectiva, en las comarcas y municipios don-
de se ha implantado, no superaba el 3,18 %.
Hay que destacar, sin embargo, municipios
ejemplares como el de Torrelles de Llobregat,
con una tasa de recogida del 46,75 %, o
Castellbisbal, con un 41,42 %.
Una visión del consumo basada en la falta
de responsabilidad respecto al entorno ha
creado una sociedad derrochadora de materias
primas. Explotar las materias primas se
ha convertido en una actividad lucrativa en
todo el planeta, que ha dejado a un lado toda
actividad de recuperación, reutilización o
reciclaje de los materiales que se tornan
obsoletos o inservibles. El concepto moderno
de residuo no es otra cosa que la suma de
los productos excretados por la sociedad de
consumo. Por razones macroeconómicas,
estos productos se tratan mayoritariamente
depositándolos o acumulándolos en espacios
aislados que llamamos vertederos.


En algunos
casos, previamente son incinerados para
reducir su volumen y reducir la ocupación
de territorio.
Los residuos generan dos variables claramente
perceptibles por la población: malos
olores y alteración del paisaje. Por ello, la
gestión de residuos se ha convertido en una
fuente de conflicto social y ya ha desarrollado
síndromes como el efecto nimby (not in
my back yard: no en mi patio trasero). La
palabra residuo se ha convertido en un término
negativo y amenazador para qualquier
persona o grupo social. Y, sin embargo, los
catalanes (datos del año 2002) cada día generamos
alrededor de 1,62 kg por persona
de material de desecho que sacamos de casa
para que desaparezca de nuestra vista. Además,
se añadiría un quilo más diario en forma
de excrementos que enviamos a través
del wáter a contaminar las aguas (que después
debemos depurar generando un importante
gasto energético).
Últimamente, se ha hecho un esfuerzo para
vaciar de contenido negativo el término residuo,
puesto que este sería un estado intermedio
entre una materia prima y un material
de desecho. En otras palabras, un residuo es
algo que deja de ser útil para el propietario
del material o el objeto, pero que potencial-mente
conserva propiedades para ser incorporado
nuevamente al ciclo productivo. Para
que un material residual se pueda reciclar hay
que aplicarle energía o someterlo a procesos
de regeneración. En cambio, un desecho sería
realmente un elemento que ha perdido
toda posibilidad de ser reincorporado al ciclo
productivo, es decir, es aquella fracción
del residuo que no tiene ningún valor y del
que no podemos obtener, por ahora, ningún
provecho. En realidad, en una sociedad consciente
de la importancia del ciclo de la materia
y de que la naturaleza no contiene un almacén
infinito de recursos, los materiales de
desecho final habrían de ser mínimos. De
hecho, según diversos estudios, el 95 % de
los residuos generados deben tener valor.
Una sociedad sana es aquella en la que el
desecho se ha reducido al máximo y en la
que una parte de la energía se invierte en
evitar que los materiales se conviertan en un
elemento que contamine. Por eso es necesario
que se retrase al máximo su deterioro final
y se exija la recogida selectiva. El equilibrio
entre el impacto de un material de desecho
en el medio y el proceso tecnológico para
alargar su vida útil es un aspecto clave y que
identifica una sociedad ambientalmente
avanzada. Inevitablemente, la gestión ambiental
del desecho exige una participación
activa de la población para reagrupar los bienes
de consumo inservibles que han sido
desperdigados por el comercio. El término
recogida selectiva se ha convertido en un
concepto básico para ilustrar la necesidad de
participación en una gestión ambiental de los
residuos. Entendemos por recogida selectiva
la actividad de escoger desde el hogar, el
comercio, la oficina, la escuela, etc., los elementos
de desecho para que puedan ser reciclados,
es decir, convertidos en nuevos usos.
La recogida selectiva es esencial en un modelo
de sociedad basado en la minimización
de sus residuos. Sin embargo, la sociedad
ecológica ideal fomentaría los servicios y no
los objetos en si mismos. En una economía
ecológica se potencia el alquiler de servicios
y el precio de los productos refleja todos los
aspectos de su ciclo para facilitar el tratamiento
ambiental más adecuado al final de
su vida útil.
Las 5 R y la reducción de residuos
La gestión de los residuos es el conjunto
de actividades que comprende la recogida,
el transporte, el almacenamiento, la valori-
zación, la deposición de desecho y la
comercialización de los residuos. Esta gestión
la realiza la administración pública competente.
Pero los residuos también pueden
evitarse y así abaratar los costes de esta gestión
tanto desde un punto de vista económico
como ambiental. Los ciudadanos, como
consumidores, trabajadores, comerciantes,
industriales, etc., son los responsables primeros
de la producción masiva de basura.
Para reducir los residuos hace falta un cambio
en los comportamientos personales de los
ciudadanos que podemos resumir en 5 R:
reducir, reutilizar, reciclar, retornar, reparar.
Lo primero que hay que incentivar es la
minimización. La práctica de reducir el volumen
de materiales utilizados evitará una
posterior acumulación innecesaria. Una manera
eficaz de reducir es evitar materiales
cuya duración en nuestras manos sea mínima.
Es el caso de las bandejas de porexpan
para los alimentos o la bolsa de plástico individual
para cada una de las variedades de
fruta o verduras. Mezclar en una misma bolsa
de plástico o mejor llevar un cestito de
mimbre para transportarlas dentro del carrito
ahorra gran cantidad de desechos.
Si deseamos una vida de más calidad debemos
apostar por el reciclaje. Convirtiendo la materia
orgánica en compost o biogás evitamos un 40 %
del problema de los residuos urbanos.

En el supermercado podemos escoger productos a gra-nel
en vez de empaquetados. Escoger la for-ma
de presentación para llevarnos el míni-mo
residuo es una cuestión de conciencia.
Además, reducir también implica pensar si
necesitamos realmente aquello que vamos a
comprar. Muchas veces adquirimos produc-tos
sin valorar su utilidad en aquel preciso
momento. La compra impulsiva no ayuda en
absoluto a reducir la basura doméstica.
Reutilizar se aplica a productos a los que,
una vez utilizados, podemos dar otros usos.
Un bote de vidrio, por ejemplo, cuando que-da
vacío puede ser útil para llenarlo con con-servas
caseras o frutos secos comprados a
granel. La reutilización también tiene mucho
que ver con el hecho de que otras personas
puedan acceder a un objeto que para noso-tros
ha dejado de tener un uso. Este podría
ser el caso de una bicicleta que se le ha que-dado
pequeña a un niño y que podemos dar a
otro. Lo mismo podríamos decir de la ropa
que se nos queda pequeña o simplemente que
ya no nos es necesaria. Alargando la vida útil
de un objeto evitamos que se produzcan re-siduos,
en definitiva, disminuimos el volu-men.
Reciclar es dar valor para que las mate-rias
primas del objeto desechado se puedan
volver a utilizar en la fabricación de nuevos
productos, ya sea el mismo producto o uno
diferente. Un vaso de plástico compostable
en medio de la pila de compost deja de ser
útil para beber, pero se convierte en un ma-terial
para fertilizar el suelo. El compostaje
es una de las actividades que mejor definen
el concepto de reciclar. El compost obtenido
lo podremos repartir en nuestras macetas con
plantas. Reciclar es hacer posible que poda-mos
separar elementos compuestos para
reintroducirlos nuevamente en el ciclo pro-ductivo
como materias primas.
Retornar es una actividad básica para que
las primeras 3 R sean posibles. Los envases
retornables con un precio de depósito quizá
serían el ejemplo más conocido, aunque cada
vez haya menos en el mercado. Sin el gesto
de retornar un objeto a su punto de inicio o a
un intermediario que posibilite su
reutilización o reciclaje, la reducción de los
residuos no es posible. Si todos juntos con-tribuyésemos
a retornar los residuos
valorizables ya sea en un punto verde o en el
punto de partida (por ejemplo, el comercio
donde lo hemos adquirido), la tasa de resi-duos
valorizables se incrementaría. La cues-tión,
entonces, no es mirar un poco más a
largo plazo, sino observar las repercusiones
de nuestras acciones diarias más allá de nues-tros
ojos.
Finalmente, muchos útiles cotidianos pue-den
ser reparados. Reparar puede requerir
sustituir alguna pieza, pero evita residuos.
Por otro lado, reparar se aplicaría a la res-tauración,
que consiste en alargar la vida útil
de los objetos al máximo, de modo que se
evita su disposición en la basura. Un orde-nador
para escribir, pese a haber quedado
corto de memoria, puede durar mucho más
simplemente sustituyendo alguna pieza, por
ejemplo cambiando el disco duro original por
otro de más capacidad. Muchas veces los
objetos antiguos, antes de convertirse en piezas
de museo o desecho en un vertedero controlado,
pueden ser reparados para alargar su
vida útil o para convertirse en un objeto decorativo.
Reparar un utensilio y adecuarlo a
las necesidades es una manera de reciclar.
La materia orgánica en la
naturaleza
La materia en la naturaleza se halla en tres
formas químicas: elementos, compuestos
(dos o tres elementos) y mezclas de elementos
con compuestos. En la Tierra existen 109
elementos químicos, pero sólo 92 son de origen
natural. Cada uno de ellos tiene una estructura
interna y unas propiedades únicas
que las distinguen de los demás. Son como
las letras del abecedario con las que podemos
generar una gran variedad de materiales.
No obstante, dentro de esta riqueza hay
cinco elementos básicos para la vida, que la
Tierra contiene en abundancia: el hidrógeno
(H), el carbono (C), el oxígeno (O), el nitrógeno
(N) y el fósforo (P). Pese a su complejidad,
el mundo vivo reposa sobre unas bases
químicas sencillas que, sin embargo, en
detalle se expresa también incorporando
otros elementos en pequeñas proporciones
(oligoelementos) pero esenciales para muchos
procesos vitales. La gran capacidad de
la naturaleza ha sido dotarse de un poderoso
mecanismo que recicla constantemente la
materia viva a través del proceso de descomposición
y mineralización. La vida en la Tierra
ha perdurado durante millones de años
gracias al reciclaje continuo de estos elementos.
El calcio acumulado hace millones de
años por caracoles marinos convertidos en
rocas es hoy día el sustrato de muchos bosques.
La actividad de los microorganismos
consigue arrancar el poder vital de estas rocas
y convertirlas en suelo útil para el crecimiento
de las plantas.
Cuando fabricamos y usamos un producto,
variamos la forma física o química
de sus compuestos o elementos, pero
nunca creamos a partir de la nada. Esta
realidad se conoce como ley de conservación
de la materia. La naturaleza
muestra de modos diversos cómo la
materia y la energía son sometidas a
un proceso de renovación cíclico constante
y dinámico. Todo organismo se
convierte en la fuente potencial de alimento
para otro. Así se establecen lo
que se llaman cadenas o redes tróficas.
Cada organismo ocupa una posición
o escalón que llamamos nivel trófico
de acuerdo con la cantidad de materia
que aporta y de cómo esta materia crece.
Cada nivel trófico produce residuos
como resultado de la transformación
energética de los alimentos o materia
nutritiva. Los residuos de las
plantas y animales silvestres no son
desechos inútiles sino una forma de materia
que, aunque energéticamente pobre, sirve a
otros organismos, que la vuelven a hacer
aprovechable en el ciclo vital. Los organismos
que cierran y a la vez abren una red
trófica son los descomponedores, que se alimentan
de materia orgánica muerta y que en
el proceso metabólico la mineralizan, haciéndola
útil de nuevo para las plantas. Lógica-mente,
las sustancias que forman un ser vivo
no son las únicas que se reciclan. En la naturaleza
hay diversos elementos químicos
como el agua, el oxígeno y el fósforo que,
pese a formar parte de la estructura de los
seres vivos, también describen su propio ciclo.
En definitiva, la naturaleza nos muestra
que, ayudada por la energía solar, se puede
luchar contra la progresiva degradación de
la materia, sintetizando nuevas sustancias vitales,
haciendo crecer organismos y manteniendo
lleno de vida el planeta Tierra.
En todo este proceso la aparición de la especie
humana aporta una importante diferen-
cia, en la medida en que su capacidad racional
le permite sintetizar compuestos nuevos
para los que la naturaleza no dispone de procesos
fáciles de degradación, y por tanto se
acumulan sin posiblidad de reincorporarlos
en ningún ciclo natural. Por otro lado, estos
compuestos más o menos persistentes, y en
la medida en que son extraños a la bioquímica
de la vida, pueden convertirse incluso en tóxicos
y peligrosos para el propio desarrollo de
la vida. La capacidad de generar sustancias
contaminantes por parte de la familia humana
en los últimos siglos, pero muy especialmente
desde el siglo XX, se ha convertido
en el principal problema para propiciar una
civilización sostenible, es decir, capaz de
perpetuarse en el tiempo. La vida de un tercio
de los humanos se ha volcado en la creación
de nuevos materiales que cumplan un
requisito elemental: ser reciclables y no tóxicos
para las distintas formas de vida. Actualmente,
hemos creado decenas de miles de
sustancias, y algunas de ellas se han convertido
en auténticas
pesadillas por su
capacidad de destrucción
de la vida
(c a n c e r í g e n a s ,
mutágenas, etc).
Conocer y adaptar
nuestro ingenio
para mejorar la calidad
de vida en los
ciclos naturales es
el principal reto del
siglo XXI. El
ecodiseño como
concepto que explica
esta nueva tendencia
de crear materiales
y objetos
reciclables y no
tóxicos representa
una esperanza para el futuro de la humanidad. Esperanza que no
será posible sin un estilo de vida más frugal.

El compostaje
El término compost deriva del latín
compositus y su significado sería «poner junto».
Para hacer compost mezclamos varios
materiales que permiten iniciar un proceso
de descomposición de la materia orgánica
que posteriormente dará lugar a un material
más o menos estable parecido al humus del
suelo y que es un elemento clave para la fertilidad
de la tierra. Los términos compost,
compostaje o compostar, han pasado a ser
habituales en nuestro lenguaje y abrevian con
precisión el concepto de materia orgánica
descompuesta.
El compostaje se define como un sistema
de tratamiento/estabilización de los residuos
orgánicos basado en una actividad microbiológica
compleja, realizada en condiciones
controladas (presencia asegurada de oxígeno
—aerobiosis— y con alguna fase de alta
temperatura) en las que se obtiene un producto
utilizable como abono, enmienda o
sustrato. En condiciones naturales la materia
orgánica se puede descomponer y en determinadas
condiciones compostar. La diferencia
principal es que el compostaje se asume
como un proceso artificial, como una
biotecnología por el hecho de corresponder
a una explotación industrial del potencial de
los microorganismos. También puede considerarse
una ecotecnología, ya que permite el
retorno al suelo de la materia orgánica y de
los nutrientes vegetales, introduciéndola de
nuevo en los ciclos biológicos.
El compost es mucho más que un fertilizante
o un agente saludable para la tierra. Es
un símbolo de la continuidad de la vida. El
compostaje es un proceso artificial que
estabiliza e higieniza un producto en descomposición.
El resultado final es un producto
de aspecto físico diferente de los materiales
que permiten formarlo. Al ser un proceso con
aire, oxigenado, no produce mal olor. El hecho
de que en alguna fase actuen micro-organismos
de tipo termófilo garantiza la eliminación
de los organismos patógenos y parásitos
que podría haber. Así que elementos
que podrían causar epidemias, como es el
caso de los excrementos humanos, una vez
compostados se convierten en un producto
higienizado.
El proceso de compostaje tiene un fundamento
simple y versátil, puede aplicarse a
muchos tipos de materiales y mezclas, a escalas
de trabajo muy distintas y utilizando
equipos muy o nada sofisticados.
El compostero tradicional por excelencia
ha sido el estercolero: una pila controlada en
la que se mezclaban los excrementos de la
granja con los residuos vegetales de los cultivos
y los residuos orgánicos de los alimentos.


El compost
El compost o producto resultante del proceso descrito anteriormente es difícil de definir, ya que su
composición depende mucho del material o materiales que se hayan tratado, aunque sí debe cumplir
que:
• una parte importante de su materia orgánica esté estabilizada, es decir, sea de lenta biodegradación;
• esté higienizado, es decir, sin patógenos animales o vegetales y sin semillas de malas hierbas;
• tenga un nivel mínimo de impurezas y contaminantes;
• presente un aspecto y olor agradables, un buen nivel de nutrientes para las plantas;
• no genere problemas ni durante su almacenamiento ni durante su aplicación.


Condiciones para un buen
compostaje


Cuando se plantee un tratamiento de residuos
basado en el compostaje, sea en condiciones
industriales o no, se ha de procurar:
• favorecer al máximo las condiciones ade-cuadas
al desarrollo de los microorganismos;
• siempre que sea posible, conservar los
nutrientes de los vegetales que contienen los
residuos;
• evitar problemas ambientales y molestias.



La pérdida de fertilidad de la tierra: un problema de civilizaciones

El químico Jutus von Liebig, en 1876, inventó el fertilizante químico, hecho con una mezcla de nutrientes
condensados y fáciles de transportar que evitaba la dependencia del reciclaje de la materia orgánica. Un
invento que, sin embargo, había surgido de la preocupación histórica por la desertización sufrida por
las fértiles tierras del norte de África en el primer siglo después de Cristo. En aquella época, los campos
de cultivo del norte de África proporcionaban las dos terceras partes de los cereales que consumía
Roma. Pero los nutrientes que se extraían del suelo no volvían a su lugar de origen sino que se perdían
por las alcantarillas romanas en forma de excrementos humanos. Al final, en el siglo III, el agotamiento
de la tierra era total y la región entró en un declive económico y ambiental, preludio de la desertización
que afecta a esta región desde hace casi dos milenios.
Los fertilizantes químicos nos han liberado de devolver la materia orgánica a la tierra y nos permiten
enviar los alimentos cultivados a largas distancias. Las ciudades pueden prosperar sin preocuparse por
devolver a las tierras de cultivo los desechos orgánicos de la basura o
de los lodos de las aguas residuales. El abuso del abono nitrogenado
se ha convertido en un problema grave porque acaba contaminando
con nitratos y nitritos las aguas freáticas que se utilizan para consu-mo
humano. Se calcula que los nutrientes que contienen los dese-chos
y los restos de jardín equivalen a un 7 % de los desechos que
requieren los cultivos catalanes y que los excrementos humanos apor-tarían
otro 8 %. Por tanto, si se utilizasen como compost se podría
ahorrar esta misma proporción de fertilizante químico. Reciclar la
materia orgánica convirtiéndola en compost es una necesidad inelu-dible
de la opción para vivir de manera sostenible y en armonía con
la naturaleza.
La recogida de materia orgánica
comienza con la selección en casa.